"Ya casi estamos al final de nuestra carrera de Cuaresma. Como S. Pablo, hemos corrido estos días de conversión y penitencia y dentro de unos pocos, cruzaremos una meta, la de la Semana Santa, para recibir el premio de la Pascua del Señor. Y de esta manera, como el apóstol, seguirá nuestra carrera, hasta llegar a la meta definitiva, al momento de la resurrección con Cristo. Ojalá que hayamos ido desechando todo lo que nos sobra (basura como dice a los filipenses), nuestro egoísmo, nuestra soberbia, nuestra opulencia, etc. Ojalá que hayamos portado las vestiduras de la oración, el ayuno y la limosna.
Y contamos con Cristo que siempre está de nuestro lado. Porque la carrera es larga y dura. El mundo no nos lo pone nada fácil. Cuando no nos está tentando de manera continua, ofreciéndonos el lado oscuro de la vida, nos somete a juicio hipócrita ante los demás. Y cuestiona nuestra forma de vida cuando ésta es coherente con las enseñanzas de Jesús, y también cuando nuestra debilidad y nuestro pecado nos hacen caer y apartarnos del Evangelio. El mundo se alegra con nuestro pecado porque le permite justificarse: “Si estos que creen en Dios fallan, que no nos vengan con su moral”. “Si estos que se dicen cristianos caen en la tentación, juzguémosles con dureza y que no se oiga su mensaje”.
Pero no temamos, porque el que nos ha de juzgar, de verdad, en la Verdad, se ha sentado en medio del corro que forman los murmuradores, ora en silencio al Padre por nosotros, escribe nuestro nombre, porque nosotros somos sus escogidos y tras la trampa que nos tienden, dicta la sentencia “Yo no te condeno, anda y en adelante no peques más”.
¡Qué inmensa paz nos da sabernos amados, oídos y perdonados por Jesús! ¡Qué suerte tan antagónica a la que nos ofrece el mundo, que tras incitarnos, nos deja tirados! Un deseo final: Cuando dentro de unos días, este Jesús que ha dado la cara por nosotros, sea sometido al injusto juicio de Pilato, ojalá que cuente con nosotros como testigos de su Palabra y cuando suba las cuestas del Calvario, ojalá que sienta que nosotros también estamos con Él".
Y contamos con Cristo que siempre está de nuestro lado. Porque la carrera es larga y dura. El mundo no nos lo pone nada fácil. Cuando no nos está tentando de manera continua, ofreciéndonos el lado oscuro de la vida, nos somete a juicio hipócrita ante los demás. Y cuestiona nuestra forma de vida cuando ésta es coherente con las enseñanzas de Jesús, y también cuando nuestra debilidad y nuestro pecado nos hacen caer y apartarnos del Evangelio. El mundo se alegra con nuestro pecado porque le permite justificarse: “Si estos que creen en Dios fallan, que no nos vengan con su moral”. “Si estos que se dicen cristianos caen en la tentación, juzguémosles con dureza y que no se oiga su mensaje”.
Pero no temamos, porque el que nos ha de juzgar, de verdad, en la Verdad, se ha sentado en medio del corro que forman los murmuradores, ora en silencio al Padre por nosotros, escribe nuestro nombre, porque nosotros somos sus escogidos y tras la trampa que nos tienden, dicta la sentencia “Yo no te condeno, anda y en adelante no peques más”.
¡Qué inmensa paz nos da sabernos amados, oídos y perdonados por Jesús! ¡Qué suerte tan antagónica a la que nos ofrece el mundo, que tras incitarnos, nos deja tirados! Un deseo final: Cuando dentro de unos días, este Jesús que ha dado la cara por nosotros, sea sometido al injusto juicio de Pilato, ojalá que cuente con nosotros como testigos de su Palabra y cuando suba las cuestas del Calvario, ojalá que sienta que nosotros también estamos con Él".
Imágenes de María Santísma de la Aurora
y de Nuestro Padre Jesús del Perdón
en su templo de San Miguel Bajo
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