(Dedicado a una simpática lectora, vecina de éste monasterio, como respuesta a su amable comentario de la anterior entrada)
Otra preciosa muestra de los contrastes de colores que la naturaleza y el arte propician en Granada.
El invierno se resiste a marchar, las viejas piedras del recio monasterio, húmedas por la lluvia recién caída.
Naranjos aún sin asomar a la primavera. Orgullosos de su esplendor, los árboles se tiñen de morado cuaresmal, esperando a su Señor del Descendimiento y a su santísima Madre de la Soledad, en el viernes santo.
...Ya viene la Semana Santa.
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